Título: El lector de Julio Verne- Autor: Almudena Grandes
- Editorial: Tusquets
- Número de páginas: 417
- Goodreads ⭐ ⭐ ⭐ ⭐ ⭐
Personalmente tengo claro que cuando no sé qué leer o me he cansado de la fantasía, Almudena Grandes es un comodín que nunca defrauda. Siempre me devuelve el gusto por la buena narración, por las historias que laten cerca del suelo que pisamos. Hace años que comencé a leer sus obras, pero no me había atrevido aún con sus Episodios de una guerra interminable; hasta hoy. Empecé El lector de Julio Verne como quien vuelve a casa: con la sensación de reencontrarse con una voz conocida, con esa mirada tan humana y tan nuestra que caracteriza a la autora.
Regresar a su España costumbrista, a esa Andalucía de los montes y los secretos, ha sido como pisar tierra firme. A pesar de no haber conocido nunca esos paisajes ni esa época, Almudena consigue que los sienta propios, como si caminara junto a Nino por los caminos polvorientos de Fuensanta de Martos, aprendiendo a mirar el mundo desde la trinchera invisible de los niños.
Escribir sobre la guerra civil y la posguerra no es tarea sencilla. Escribir sobre nuestra historia reciente implica enfrentarse a heridas que aún supuran, a memorias que muchos prefieren no remover. Pero Almudena Grandes lo hace desde un lugar único: sin moralismos, sin simplificaciones, sin héroes ni villanos absolutos. En El lector de Julio Verne, segundo volumen de los Episodios de una guerra interminable, narra la resistencia guerrillera de los maquis en los montes andaluces desde los ojos de un niño de diez años, hijo de un guardia civil. Y ese punto de vista cambia por completo el modo en que entendemos el conflicto.
A través de Nino, vemos cómo la guerra se filtra en lo cotidiano, en la escuela, en las conversaciones de cocina, en los silencios de los adultos. Lo que podría haberse contado desde la épica o desde la denuncia, Almudena lo convierte en un relato de descubrimiento: el paso de la inocencia a la conciencia. Nino no comprende del todo qué sucede a su alrededor, pero observa, intuye, aprende. En sus dudas y contradicciones hay más verdad que en cualquier tratado histórico.
Quizá lo más brillante de esta novela son sus personajes. Están tan vivos, tan bien construidos, que es imposible no sentir por ellos algo más que simpatía: una conexión real. No solo por los que tratan bien a Nino o los que encarnan valores de justicia o ternura, sino también por aquellos que representan la violencia del poder, la ignorancia o la cobardía. Todos tienen una historia detrás, una razón o más bien una herida que los mueve. Almudena Grandes no juzga: muestra, deja hablar a sus criaturas y permite que el lector entienda el peso de la historia sobre sus hombros.
La ambivalencia del propio Nino es uno de los grandes aciertos del libro. Su curiosidad, su necesidad de comprender lo incomprensible y su lucha interna entre lo que le enseñan y lo que siente hacen de él un protagonista inolvidable. Es imposible no quererlo, no sufrir con él, no desear protegerlo. En cierto modo, El lector de Julio Verne es también una novela sobre el poder del conocimiento, sobre cómo la lectura puede convertirse en una forma de resistencia. Los libros de aventuras que Nino descubre son su refugio y su espejo: a través de ellos, aprende que el mundo no es solo el que le han contado.
La historia de Cencerro, del Carajita y del Portugués son, en realidad, historias de tantas otras personas anónimas de nuestro país. Hombres y mujeres que fueron engullidos por la historia, que lucharon, o sobrevivieron, según les permitían sus circunstancias. Almudena Grandes recupera esa memoria con una sensibilidad enorme, mostrando que la guerra no solo se libra en los frentes, sino también en los hogares, en los campos, en las miradas que esquivan la verdad.
A nivel narrativo, la novela es también un ejemplo de equilibrio. La prosa de la autora es clara, emotiva y llena de matices, combina la ternura de la mirada infantil con la dureza del contexto. La estructura, aparentemente sencilla, se sostiene sobre una red de símbolos y silencios que el lector va descifrando poco a poco. Con ello consigue lo más difícil: que comprendamos la complejidad de una época sin necesidad de recurrir al artificio.
Leer El lector de Julio Verne es asomarse a la posguerra española desde un prisma íntimo y humano. Es una novela sobre la memoria, la educación sentimental y el precio de la verdad. Sobre la necesidad de contar lo que pasó para que no se repita. Y, sobre todo, sobre la importancia de seguir leyendo, aunque el mundo se derrumbe alrededor.
Al cerrar el libro, el lector no puede no quedarse con una certeza: Almudena Grandes no solo escribió sobre el pasado, sino también sobre el presente que seguimos arrastrando. Y, una vez más, ha conseguido que la literatura sirva como puente entre la historia y la emoción, entre lo que fuimos y lo que aún somos.

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