29/10/25

Reseña | Los escorpiones


  • Título:
     Los escorpiones
  • Autor: Sara Barquinero
  • Editorial: Lumen
  • Número de páginas: 964
Los Escorpiones es una novela de una obra narrativa titánica y misteriosa. Los protagonistas, Sara y Thomas, se ven envueltos en el entramado de una teoría de la conspiración dirigida por los poderes políticos y económicos, que pretenden controlar a los individuos a través de la hipnosis y los mensajes subliminales en libros, videojuegos y música para inducirlos al suicidio. Ambos llevan a cuestas desequilibrios emocionales y, mientras se teje entre ellos una relación inclasificable y poderosa, deciden investigar sobre esta secta cuyo nombre es el de una de las pocas especies animales que prefiere matarse antes que seguir soportando el dolor. Desde la Italia de los años veinte, pasando por el sur profundo de Estados Unidos en los ochenta, hasta llegar a la época actual en Madrid, Bilbao, un pueblo perdido de la España rural y Nueva York, esta es una historia sobre la angustia existencial, la soledad y la necesidad de creer en algo, sea lo que sea, para encontrar el sentido a la vida.


Personalmente llevaba meses con esta novela entre mis pendientes. Muchísimas personas, de cuya opinión literaria me fío bastante, consideraban que la obra de Sara Barquinero era un cinco estrellas de manual y, seamos sinceros, la temática parecía apuntar a que iba a convertirse en una de mis novelas favoritas. Por desgracia, no ha sido así. 
Hay libros que te dejan pensando durante días tras terminarlos, pero Los escorpiones me dejó sintiendo algo más primario: rechazo. No es lo mismo, y veo conviene decirlo desde el principio, confundir rechazo con incapacidad intelectual por parte de la autora: a menudo una novela consigue provocar rechazo precisamente porque alcanza su objetivo. En este caso, sin embargo, la sensación que persiste es menos de conquista que de rechazo activo ante una protagonista que funciona como espejo, pero de un reflejo que niegas mirar. 

La voz central de la novela se presenta como una figura contemporánea: sexualmente activa, adicta a estímulos efímeros, navegante habitual de aplicaciones y comportamientos que, según el relato, constituyen el tejido social actual. El problema, al menos desde mi lectura,  no es que la protagonista sea egoísta o narcisista, ya que esta puede ser una decisión estética poderosa, el problema es que la novela parece satisfacer y regodearse en ese rasgo sin ofrecer contrapunto, profundidad ni reparación afectiva. En lugar de un personaje que se muestre complejo, contradictorio y autoconsciente en aprendizaje, nos encontramos con una voz que reafirma su propia lógica hasta convertir su perspectiva en un muro: no nos deja ver el mundo sino a través de su defensa narcisista.

Esa ausencia de rendija empática es lo que convierte la lectura de Los escorpiones en una experiencia fría. Un personaje con el que no consigues empatizar del todo no es automáticamente un mal personaje, puede ser fascinante, pero en este caso no siento que encaje del todo como narrador. De hecho, pese a que la prosa me ha parecido ágil, la narración de la protagonista me ha sacado fuera de la lectura en muchas ocasiones. 

Además, gran parte del eje temático está en la representación de prácticas sociales contemporáneas: sexo casual, consumo de drogas como anestesia emocional, relaciones que nacen y mueren en apps. La novela pretende mostrar la deriva afectiva de una generación, pero la tensión crítica falla cuando la narración no marca una mirada claramente condenatoria ni ofrece una exploración que despliegue causas, consecuencias o contradicciones con cierto rigor. En efecto, el riesgo del retrato documental es la estetización del malestar porque si el lenguaje se deleita en lo que pretende denunciar, la denuncia se convierte en celebración.

Es decir, si lo que Barquinero busca es satirizar o poner en evidencia un vacío ético, la estrategia debería producir incomodidad por contraste: mostrar lo bello que hay detrás del hueco o exponer el coste humano con detalle. En cambio, aquí la obra se limita, con pasmosa frecuencia, a enumerar prácticas y escenarios que, por sí solos, no sostienen una reflexión. El resultado: una modernidad mostrada como un catálogo de síntomas, pero sin un diagnóstico que nos haga entender su origen o sus variaciones humanas. 

En el plano formal, la prosa tiene potencialidad para atraparte: frases que cortan y descripciones aceleradas que transmiten un vértigo coherente con la vida líquida que pretende retratar. No obstante, la repetición de ciertos modos, anécdotas sexuales como recurso para avanzar la trama, referencias tecnológicas que funcionan como atrezzo, desgasta el efecto. Además de carecer en todo momento de buen ritmo o cadencia en la narración. Me sentía leyendo un texto en el que alguien podría estar contándome algo que le había sucedido, pero no siento que esté leyendo una prosa mimada desde el detalle. 

Los escorpiones es una novela que funcionará mejor para lectores que busquen la confirmación de una estética contemporánea, por ejemplo, aquellos que no necesitan compasión por sus personajes, sino identificación con una pose. Para lectores que esperan de la literatura una mirada crítica, empática o transformadora sobre la precariedad emocional de hoy, la experiencia puede resultar frustrante.

Mi lectura fue de rechazo porque la protagonista se sostiene en una lógica autoconfirmatoria y el relato, en demasiadas ocasiones, parece celebrarla. Si Barquinero pretendía provocar y poner el dedo en la llaga, lo consiguió; si esperaba que esa provocación se convirtiera en reflexión, en mi opinión no lo logró.

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