Título: Sanctas: estudio de una mentira- Autor: Patricia Ibárcena
- Editorial: Umbriel
- Número de páginas: 480
- Goodreads ⭐ ⭐
Cuando Rust conoce a Agnes, ve en ella todas las respuestas que necesita para avanzar con su investigación.
Cuando Agnes conoce a Rust, una pequeña llama de esperanza se prende en la oscuridad que la envuelve, llevándola a creer que tal vez, después de todo, no está loca. A medida que sus caminos se entrelacen, Agnes y Rust irán desenterrando uno de los misterios mejor guardados de la sociedad occidental. Las llaman Sanctas. Según algunos, son la salvación de la fe. Según otros, una amenaza capaz de destruirlo todo. De destruirlos.
Quizá hay secretos que jamás deberían haber revelado.
Quizá el tiempo se les está agotando.
Quizá lo mejor hubiera sido no conocerse nunca.
«Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal».
Cuando leí Hijos dorados, el primer libro de Patricia Ibárcena, lo hice sin expectativas, y precisamente por eso me sorprendió tanto. Fue una lectura que me atrapó por su atmósfera, su sensibilidad y la manera en que abordaba el dolor sin perder la humanidad. En cambio, con Sanctas me ocurrió lo opuesto: llegué con muchas expectativas, la premisa prometía una historia oscura, académica, con tintes teológicos y filosóficos, pero terminé sin conectar del todo con ella.
La novela tiene dos protagonistas principales, Agnes White y Rust Fraser, dos personajes que, a priori, no comparten mucho más que un pasado doloroso y una tendencia a silenciarlo. La trama explora temas densos como el estrés postraumático, los abusos, los secuestros y las negligencias familiares, y en ese sentido no se puede negar la valentía temática de Ibárcena. Sin embargo, a pesar de la buena caracterización inicial, he sentido que a ambos les falta verdadera introspección. Sabemos lo que piensan porque nos lo dicen, pero rara vez lo percibimos en sus actos o en su forma de mirar el mundo. En especial Rust: su supuesto tormento se enuncia, pero no se siente. No hay esa fisura emocional que traspase la página y nos contagie su conflicto. Y esa desconexión, creo, condiciona toda la lectura.
Uno de los motivos que más me atraía de Sanctas era su vertiente académica: esa investigación sobre las llamadas “Sanctas”, la tensión entre fe, ciencia y herejía. Sin embargo, me he quedado con la miel en los labios. La autora bordea constantemente la cuestión , la posibilidad de la reencarnación dentro del dogma cristiano, la credulidad colectiva, el eco de una nueva inquisición, pero nunca termina de sumergirse en ella. Ahí había un potencial enorme para una reflexión teológica o filosófica mucho más honda, y se queda en la superficie.
Además, los personajes que podrían servir de vehículo para esa exploración, pues al fin y al cabo son profesores, investigadores, creyentes escépticos, se diluyen en una trama que acaba priorizando el componente romántico. Una relación amorosa que, más que construirse, parece impuesta; que pretende ser un vínculo obsesivo nacido del trauma compartido, pero que se desarrolla de forma tan rápida que resulta poco verosímil. Entiendo la intención simbólica : el amor como herida que se reconoce en otra herida, pero la ejecución no llega a cuajar.
Dicho esto, Sanctas no es una mala novela. Tiene momentos poderosos, sobre todo cuando Ibárcena juega con la atmósfera: ese aire de misterio, los escenarios fríos y claustrofóbicos, el lenguaje académico enfrentado a lo místico. Hay destellos de la escritora que nos deslumbró en Hijos dorados, especialmente en su manera de entrelazar lo humano con lo sobrenatural sin caer en el efectismo. Pero el conjunto deja la sensación de ser un texto que promete mucho más de lo que entrega.
Quizá el problema no sea la historia en sí, sino el equilibrio. Sanctas parece debatirse entre ser un thriller académico, una historia romántica traumática o una reflexión sobre la fe y la identidad. Al final, ninguna de esas capas llega a desarrollarse del todo, y eso genera una cierta frustración: la novela tiene una base excelente, pero no termina de decidir qué quiere ser.
Aun así, reconozco que Ibárcena mantiene una voz literaria personal. Su estilo sigue siendo su gran virtud. Solo echo en falta la visceralidad, la emoción contenida que Hijos dorados sí supo transmitir. En Sanctas, todo está más controlado, más narrado que sentido.
En definitiva, Sanctas es una novela que se lee con interés, que plantea preguntas importantes pero no se atreve del todo a responderlas. Un libro que deja una huella tenue: se intuye la hondura, pero no llega a doler, y quizá eso es lo que más decepciona en una autora capaz de tanto.

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