Reseña | Siempre hemos vivido en el castillo

Siempre hemos vivido en el castillo - Shirley Jackson

Minúscula 2012 | 227 p. | 18,50€

Merricat lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julián. En el hogar de los Blackwood los días discurrían apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí mismo, en el comedor, seis años atrás.

Este libro llevaba años en mi lista de pendientes, y por algún motivo nunca me ponía con él, hasta esta misma tarde. No tenía muy claro qué debía esperarme de este tipo de novelas, pero me apetecía algo con temática de brujas, (se nota que empieza Octubre), y aunque este no es un libro en el que la magia, o el tipo de brujería en la que se suele pensar esté muy presente, sí que tiene esa esencia en el fondo desde una perspectiva muy peculiar que es lo que caracteriza a esta novela.

Me reitero en recalcar que no es una historia de terror típica, no encontramos magia, monstruos, ni cualquier tipo de elemento fantástico en la trama, pero tampoco es necesario, pues en este caso la perversidad del ser humano trabajada con esmero es suficiente. La protagonista indiscutible de esta obra es Mary Katherine (Merricat) Blackwood, una chica con costumbres peculiares que vive con su hermana y su tío, ya que el resto de su familia ha muerto envenenada en su propia casa; Merricat es una niña inteligente, que adora a su hermana Constance, y a su mascota, un gato llamado Jones, sin embargo no soporta la idea de salir de su casa, así como tampoco el vestirse bien, lavarse, o demás costumbres de la gente del pueblo, prefiere quedarse en los bosques enterrando cosas. Además de ser la protagonista de la novela, su voz es la más importante de la novela porque contará su historia, su verdad, y su forma de ver la realidad, que es cuanto menos muy peculiar, y contrastará en ocasiones con las de otros personajes así como Mrs. Clarke, y su primo Charles.

Uno de los temas importantes de esta novela es el aislamiento de la familia, todos ellos llevan mucho tiempo sin relacionarse con los demás habitantes del pueblo, y solamente aceptan la presencia de algunas antiguas amigas de vez en cuando, para tomar el té, y ni eso les hace demasiada gracia, ya que ellas nunca devuelven esas visitas, la única que se acerca una vez por semana al pueblo es Merricat, para hacer la compra, y lo hace con cautela tratando de no interactuar con ninguno de ellos, y de no ser vista por demasiadas personas, cosa que no siempre es posible. Este aislamiento al principio parece causado por un rechazo hacia las familia por parte de los habitantes del pueblo, pero en cambio, se trata de un temor, odio... mutuo, ya que es en parte voluntario y por más que algunos personajes tratan de hacerles ver que deben salir y conocer el mundo, ellos prefieren mantener las cosas como están y como han estado desde el día en el que el resto de su familia murió, viviendo constantemente en el pasado, y sin ganas de hacer el futuro diferente.

Es una novela muy peculiar, que a simple vista no tiene una trama intrigante, o que enganche en cuanto a acción, la magia de esta obra va en el trasfondo, en los pequeños detalles, tanto de la historia del envenenamiento, como de los personajes , su realidad y la voz que otorgan a la trama. Merricat es sencillamente genial, y no creo que haya encontrado ningún otro personaje de su talla hasta el momento, es redondo, con un carácter diferente, una psicología y una forma de ver la realidad muy interesantes, es cruel pero inocente, no se trata de un personaje de hechos si no de palabras, y creo que es esa la esencia de esta novela, y lo que hace que me haya gustado tanto.